Hoy es día de almidonar enaguas y pololos, de estirar rodaos y manteos, de preparar cintas y collares, de planchar las cerras de los mantones y de preparar nuestras gargantas para regalarle a Zamora nuestras voces. Deseandico estamos ya apretarnos las cinturas y colocarnos las medias, mientras entonamos por lo bajito nuestras coplas, esas de siempre, de nuestro barrio.
Hoy soy yo la que tengo en casa una pequeña águeda que promete mucho, que me sigue por todos los rincones de la casa pandereta en mano, haciéndome rabiar con lo bien que la toca, porque sabe que yo me defiendo como puedo, como lo hacían nuestras mayores, como esas águedas de verdad que yo siempre recuerdo y nunca olvidaré: mi María, mi Isabel, mi Martina, mi Pilar, mi Nati... y tantas que me acompañan año tras año mientras me visto, ellas que me vieron vestir por vez primera y me llevaron con ellas cuando apenas empezaba a andar. Ellas que me dejaron la ilusión y un buen legado y que aún hoy, puedo escuchar sus voces, sus risas, sus panderetas, que tengo grabado ese maravilloso olor a almidon que desprendían cuando bajaban la Morana meneando las sayas.
¡Ay, mis mayores! cómo os echo de menos, cada año más. Lo que daría por volver a veros bajar una vez más la Morana y contar todas juntas nuestra miaja al final del día, y repartirla, y veros bailar, y tocar, y reir y hasta reñir... lo que daría... Hay cariños en esta vida que nunca se olvidan y esos a mi me han quedado grabados en el alma. Solo le pido a Dios que algún día volvamos a vernos y bailemos todas juntas de nuevo, pero yo quiero volver a ser la pequeña, la del moño postizo, la que se enredaba entre vuestros rodaos, la que no podía con el peso de la hucha, la que se asustaba con vuestros gritos cuando reñiais, la que se pegaba a vosotras para oleros, para impregnarme de ese aroma a almidon y hembra que tanto me gustaba, la que os levantaba el manteo para ver si era verdad que debajo ibáis vestidas de calle, vuestra aguedica, vuestra niña, esa a la única que llevasteis con vosotras cuando apenas empezaba a ser mujer... ¡Ay mis mayores! Hoy solo puedo recordaros y daros de nuevo las gracias por este maravilloso regalo que me habéis dejado.
Os espero el domingo en San Lázaro, acompañándonos que sé que lo haréis y me parecerá oír vuestras risas a lo lejos, hermanicas. Os espero a vosotras y a alguna más que la vida nos arrebató antes de tiempo. Acompañadla, que también estará como loca por vernos.
¡Vivan mis mayores!





No hay comentarios:
Publicar un comentario