Se levanta ya una cantando picardías y bailando por los rinconces, con la legaña pegada y la casa revuelta, pero llena de alegría y color.
El olor a ropa cerrada y alcanfor inunda cada rincón de la casa y se entremezcla con el vapor de la plancha que atusa las últimas prendas.
Colgajos por todos los pomos de las puertas y muebles, cintas, tiras bordadas, paños, lentejuelas y azabaches reinan en el hogar, acompañados de platas y corales. Alguien que disimuladamente coge la pandereta para no sé qué, pero que ésta, poco discreta, tintinea con los primeros rayos de sol de la mañana.
Abrir nuestros cajones en busca de la infinidad de cajas de nuestro querido Quique Alba, llenas de imágenes y todas de nuestra santica, aunque en ocasiones se nos cuela alguna que otra virgen que, por alguna razón secreta también nos acompaña. Preparar la medalla, las cintas... los pendientes que no falten... tantas cosicas, que siempre queda alguna olvidada en algún rincón de ese maravilloso cajón.
Estas son las joyicas de mi niña y todavía falta alguna, joyicas que estando aún yo muy preñadica, le regaló su tía Sabela con esta maravilla de joyero para guardarlas. Todavía en el vientre materno y ya tenía su primer collar de coral y sus primeros pendientes. Luego, cada año, cada cumple, un nuevo collar y su primer manton de manila y otros pendientes.... afortunada ella.
Esta es el despertar un 5 de Febrero en casa de una águeda.

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